lunes, 21 de enero de 2013

OREMOS POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS


Con el ''signo'' de las Bodas de Caná, Jesús se revela como el Esposo mesiánico

Reflexión de Benedicto XVI durante el Ángelus

Por Benedicto XVI

¡Queridos hermanos y hermanas!

Hoy la liturgia nos propone el pasaje evangélico de las bodas de Caná, un episodio narrado por Juan, testigo presencial de los hechos. Este episodio se ha colocado en este domingo inmediatamente posterior al tiempo de Navidad, ya que, junto con la visita de los Magos de Oriente y con el Bautismo de Jesús, forman la trilogía de la epifanía, es decir, de la manifestación de Cristo.

Los de las bodas de Caná es, por así decirlo, "el comienzo de los signos" (Jn. 2,11), o sea el primer milagro realizado por Jesús, con el cual Él manifestó en público su gloria, provocando la fe de sus discípulos. Recordemos brevemente lo que sucedió durante la fiesta de las bodas en Caná de Galilea. Sucedió que el vino se agotó, y María, la Madre de Jesús, se lo hizo notar a su Hijo. Él le respondió que aún no era su tiempo; pero luego atendió la solicitud de María, e hizo llenar con agua seis tinajas grandes, y convirtió el agua en vino, un vino excelente, mejor que el anterior.

Con este "signo", Jesús se revela como el Esposo mesiánico, que vino a establecer con su pueblo la nueva y eterna Alianza, según las palabras de los profetas: "Como se regocija el novio por la novia, así tu Dios se regocijará por ti" (Is. 62, 5). Y el vino es símbolo de esta alegría del amor; pero también alude a la sangre que Jesús derramará al final, para sellar su pacto nupcial con la humanidad.

La Iglesia es la esposa de Cristo, el cual la hace santa y hermosa con su gracia. Aún esta esposa, formada por seres humanos, está siempre necesitada de purificación. Y una de las culpas más graves que desfiguran el rostro de la Iglesia es aquella contra la unidad visible, en particular las divisiones históricas que han separado a los cristianos y que aún no han sido superadas.

Justo esta semana, de 18 al 25 de enero, se celebra la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, un momento siempre grato a los creyentes y a las comunidades, que despierta en todos, el deseo y el compromiso espiritual por la plena comunión. En tal sentido, fue muy significativa la vigilia que pude celebrar hace un mes en esta Plaza, con miles de jóvenes de toda Europa, y con la comunidad ecuménica de Taizé: un momento de gracia en el que experimentamos la belleza de formar en Cristo una sola cosa.

Animo a todos a orar juntos para que podamos alcanzar "Lo que espera el Señor de nosotros" (cf. Mi. 6,6-8), como se llama este año el tema de la Semana; un tema propuesto por algunas comunidades cristianas de la India, que invitan a caminar con determinación hacia la unidad visible de todos los cristianos y de superar, como hermanos en Cristo, todo tipo de discriminación injusta. El próximo viernes, después de estos días de oración, presidiré las Vísperas en la Basílica de San Pablo Extramuros, en presencia de los representantes de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales.

Queridos amigos, a la oración por la unidad de los cristianos añadiría una vez más, aquella por la paz, para que, en los diferentes conflictos por desgracia activos, se detengan las masacres de civiles desarmados, y se ponga fin a toda violencia, y se encuentre el valor del diálogo y de las negociaciones.

Para ambos propósitos, invocamos la intercesión de María, mediadora de gracia.

sábado, 5 de enero de 2013

¿Reyes Magos realidad o fantasía?


La celebración de La fiesta de la Epifanía gira en torno a la adoración del Niño Jesús por parte de los tres Reyes Magos (Mt 2 1-12), como símbolo del reconocimiento del mundo pagano de que Cristo es el salvador de toda la humanidad. Hacia el siglo IV la Iglesia comenzó a celebrar la Epifanía del Señor. Al igual que la Navidad en occidente, la Epifanía nace contemporáneamente en Oriente como respuesta de la Iglesia a una la celebración solar pagana que tratan de sustituir. Así se explica que la Epifanía se llama en oriente: Hagia phota, es decir, la santa luz. Esta fiesta ya se celebraba en la Galia a mediados del s IV donde se encuentran vestigios de haber sido una gran fiesta para el año 361 AD. A.

Evidencia no-bíblica

Podemos conjeturar la evidencia no-bíblica a partir de un significado probable de la palabra magoi. Herodoto (I, ci) supone que los Magos eran de la casta sagrada de los Medos. Eran sacerdotes de Persia y, dejando de lado vicisitudes dinásticas, siempre mantuvieron sobre sus dominios influencia religiosa.

B. Evidencia Patrística

Ningún Padre de la Iglesia sostuvo que los Magos tenían que ser reyes. Por otra parte, la Iglesia en su liturgia aplica a los Magos las palabras: «Los reyes de Tarsis y de las islas ofrecerán presentes; los reyes de Arabia y de Saba le traerán sus regalos: y todos los reyes de la tierra le adorarán» (Salmo 71, 10). No eran magos [magicians). La religión de los Magos era fundamentalmente la de Zoroastro y prohibía la hechicería; su astrología y habilidad para interpretar sueños les permitió su encuentro con Cristo» Los evangelios no menciona el número de Magos, y no hay una tradición cierta sobre esta materia. Varios Padres hablan de tres Magos; aparentemente se hallan influenciados por el número de regalos. En el Oriente, la tradición habla de doce obsequios. En el cristianismo primitivo, el arte no es un testimonio consistente, existen: una pintura en el cementerio de San Pedro y San Marcelino donde se muestra a dos y otra en el Museo Laterano, con tres Magos.

C. Momento histórico

La visita de los Magos tuvo lugar después de la Presentación del Niño en el Templo (Lucas 2, 38). Los Magos habían partido poco antes de que el ángel dijese a José que tomara al Niño y a su Madre y fuese a Egipto (Mateo 2, 13). Desde Persia, de donde supuestamente vinieron los Magos, hasta Jerusalén había un trayecto de entre 1000 y 1200 millas. Para recorrer esta distancia debieron emplear alrededor de doce meses en camello. Tiempo después la Sagrada Familia volvió probablemente a permanecer en Belén ahí vinieron los Magos. Era «en tiempos del rey Herodes» (Mateo 2, 1). Por otra parte, los Magos vinieron mientras el rey Herodes estaba en Jerusalén (vv. 3, 7), no en Jericó, i. e., o al comienzo del 4 a. C. o al final del 5 a. C.

Esto ocurrió probablemente un año, o un poco más de un año, después del nacimiento de Cristo. Herodes preguntó a los Magos el tiempo en que apareció la estrella. Considerando esto como el tiempo del nacimiento del Niño, fue la decisión de matar a los varones de menos de dos años en Belén y sus alrededores (v. 16). .Los Magos siguieron la estrella unas 6 millas hacia el sur de Belén, «y entrando en la casa [eis ten oikian], encontraron al niño» (v. 11).

Los Magos adoraron (prosekynesan) al Niño Dios, y le ofrecieron oro, incienso y mirra. Dar regalos era una costumbre oriental. Un historiador italiano expresa que los Reyes Magos «son también símbolo del tiempo, del pasado, el presente y el futuro, y por eso sus figuras representan un hombre anciano, uno de mediana edad y uno joven». Además, son símbolos de la Trinidad y encarnan los tres papeles de Cristo como Dios (la divinidad), como Rey (el alma) y como hombre (el cuerpo). Asimismo, que sus regalos representan el poder político (oro), la divinidad (el incienso) y la resurrección (la mirra). La catedral de Colonia contiene los que pretenden ser los restos de los Magos; éstos, se dice, fueron descubiertos en Persia, llevados a Constantinopla por Santa Elena, transferidos a Milán en el siglo V y a Colonia en 1163 (Acta SS., I, 323).

¿Y Yo y Tú?

¿Cuál es la distancia que hemos caminado en nuestras vidas? ¿Cómo podríamos medir el esfuerzo que hemos hecho? ¿Donde están y como son nuestros regalos a nuestro Salvador y Mesías?

El viaje de los Magos, siguiendo la estrella hasta Belén, contrasta a veces con tantos viajes que no llevan “a ninguna parte”; más aún, pueden significar una huida de uno mismo. Y ya se sabe lo difícil que es huir de la propia sombra. El cristianismo presenta la belleza de tener un compromiso que valga la pena, un proyecto de futuro, que implique llevar en la “mochila” a los demás y las cosas de los demás. Ésas son las millas que vale la pena recorrer durante la vida.

Se nos propone: encontrar la felicidad en todo momento, en todas las tareas, en todos los encuentros; sin evadir la realidad, porque en lo cotidiano está también Dios (si no, no estaría en ninguna parte); vivir de tal manera que seamos capaces de vivir el amor en cada instante. Es preciso, ante todo, encontrar cada uno su estrella –la vocación–, para poder seguir el camino concreto por el que podemos colaborar con Dios en ese proyecto. ¿Pero cómo descubrirla? ¿Cómo ayudar a que otros la descubran? Ahi esta la Iglesia y sus sacramentos, la oración, la Biblia y nuestro Compromiso Apostólico.

Nos iría mejor si imitáramos a los Magos, dándonos cuenta de “que no es con un telescopio cualquiera, sino con los ojos profundos de la razón que busca el sentido último de la realidad y con el deseo de Dios movido por la fe, es posible encontrarlo, más aún, hacer posible que Dios se acerque a nosotros”.

Fuentes: Homilía de Su Santidad Benedicto XVI www. Aciprensa, iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.com