Definición
Comencemos por establecer que es el Año Litúrgico: es una realidad salvífica, es decir, recorriéndolo con fe y amor, Dios sale a nuestro paso ofreciéndonos la salvación a través de su Hijo Jesucristo, único Mediador entre Dios y los hombres. En la carta apostólica del Papa Juan Pablo II, nos dice que el año litúrgico es “camino a través del cual la Iglesia hace memoria del misterio Pascual de Cristo y lo revive” (n.3).
Origen
Las fiestas cristianas han surgido paulatinamente a través de los siglos. Estas nacen de un deseo de la Iglesia Católica de profundizar en los diversos momentos de la vida de Cristo. Se comenzó con la fiesta del Domingo y la Pascua, la mayor fiesta de la Iglesia, en la que se celebra la Resurrección de Jesús.
La solemnidad de la Pascua, cuya fecha ha estado siempre ligada a la pascua de los judíos -celebrada el 14 de nisán, mes que cae entre el 13 de marzo y el 11 de abril-, varia desde el 22 de marzo como fecha más temprana al 25 de abril como fecha más tardía, ambos días inclusive. Esta movilidad afecta no sólo a las fiestas que están relacionadas con Pascua, sino también al número de semanas del tiempo ordinario entre el domingo del bautismo del Señor y el comienzo de la cuaresma, y después del domingo de pentecostés.
El uso de un calendario estrictamente eclesiástico se remonta a los primeros siglos cristianos. Probablemente su origen se encuentra en los dípticos o tablillas donde estaban escritos los nombres de los mártires y de los obispos de cada iglesia, con la indicación del día de su muerte (el dies natalis) o sepultura (la depositio).
Tiempos Litúrgicos
La liturgia es la manera de celebrar nuestra fe. No solo tenemos fe y vivimos de acuerdo con ella, sino que la celebramos con acciones de culto en las que manifestamos, comunitaria y públicamente, nuestra adoración a Jesucristo, presente con nosotros en la Iglesia. El eje del Año litúrgico es la Pascua. Los tiempos fuertes son el Adviento y la Cuaresma. Así mismo, el Año Litúrgico tiene dos ciclos: 1.Temporal cristológico: en torno a Cristo. 2. Santoral: dedicado a la Virgen y los santos.
El tiempo ordinario
Además de los tiempos que tienen un carácter propio, quedan 33 ó 34 semanas en el curso del año, en las que no se celebra algún aspecto peculiar del misterio de Cristo, sino más bien se recuerda el mismo misterio de Cristo en su plenitud, principalmente los domingos. Este período de tiempo recibe el nombre de Tiempo Ordinario. Empieza con el lunes que sigue al domingo después de la fiesta del Bautismo del Señor y se prolonga hasta el martes anterior a la Cuaresma; vuelve a reanudarse el lunes después del Domingo de Pentecostés y finaliza antes de las Primeras Vísperas del Domingo Primero de Adviento.
Los domingos y semanas anteriores al bloque de Cuaresma-Pascua sirven para introducirnos en la predicación y actualización del Reino de Dios por parte del Jesús histórico. Mientras que los domingos y semanas posteriores, sirven para centrarnos en la experiencia que del Reino de Dios ha de hacer la Iglesia post-pascual de los tiempos.
Durante El Tiempo Ordinario todos los bautizados estamos llamados a profundizar el Misterio Pascual y a vivirlo en el desarrollo de la vida de todos los días, precisamente en las ocupaciones ordinarias. La Liturgia de la Palabra asume una gran importancia en la formación cristiana de la comunidad. La abundancia de los textos que se presentan durante todo el año indican que no se leen para cumplir con un ceremonial, sino para conocer y meditar el mensaje de salvación apropiado a todas las circunstancias de la vida.
Esto permite una ampliación del misterio de Jesucristo, a fin, de profundizar nuestra Fe, especialmente en aquellos aspectos que más afectan a nuestra vida. Por eso se habla que por no celebrarse ningún misterio concreto de Cristo en el tiempo ordinario, se celebra en él todo el misterio cristiano. Al comenzar después del Bautismo del Señor, permite iniciar el ministerio de la vida pública desde el comienzo, siguiendo la narración evangélica mostrando la vida de Jesús en todo su dinamismo y la presentación de su persona y de su imagen con los mismos métodos catequéticos que usó la primitiva comunidad.
Este ciclo B del Tiempo Ordinario incluye la lectura continuada de san Marcos, pero se intercala el capítulo 6 de san Juan (discurso del Pan de Vida), aunque hay lógica en esta inclusión, ya que viene después de la multiplicación de los panes.
Para descubrir verdaderamente a san Marcos y hacer de la predicación de este ciclo B una verdadera catequesis, sobre todo teniendo en cuenta que todo este Evangelio está profusamente citado en el Catecismo de la Iglesia Católica (más de 160 citas), es preciso que lo estudiemos como un todo, descubriendo a la vez su estructura interior. Nos encontraremos con que, recibidos los materiales de la primitiva comunidad, el evangelista piensa catequética y pastoralmente, y que, por tanto, nos ayuda, porque son esas precisamente nuestras preocupaciones.
Fuentes: Aci. Prensa
Catholic .net
Mercaba
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