sábado, 28 de abril de 2012

¿Hay o no hay Purgatorio?

Hay muchos católicos que no saben o entiende bien qué es eso tan misterioso que llamamos Purgatorio, porque solo lo hemos escuchado de pequeños en la catequesis de primera comunión o confirmación, en casa, en algunas oraciones, etc., es mas, hay algunos que creen que eso era antes y ya lo quitaron.

Vamos en esta primera entrega a consultar muchas fuentes, aun sea en forma breve para establecer criterios concretos y definitivos.

Diferentes religiones

Varias religiones perciben que la vida terrena de una persona no basta para conseguir la perfección definitiva. Ejemplos: En Oriente la doctrina de la rencarnación es expresión de la idea de que hay otra oportunidad. El islam habla de un estado intermedio, barzakh, en el que el bienaventurado puede disfrutar de  un anticipo de la gloria que le espera, y el malvado ve los tormentos que habrá de soportar. Se prevén también castigos para los que no responden correctamente a las preguntas de los ángeles.

Las Sagradas Escrituras

En la Biblia se puede percibir elementos que ayudan a comprender el sentido de esta doctrina, aunque no esté enunciada de modo explícito. Sin embargo; expresan la convicción de que no se puede acceder a Dios sin pasar a través de algún tipo de purificación.

Según la ley en el  Antiguo Testamento, lo que está destinado a Dios debe ser perfecto. En consecuencia, esto incluye,  la integridad física la cual es exigida para los que entran en contacto con Dios en el plano sacrificial, como, por ejemplo, los animales para inmolar (cf. Lv 22, 22), o en el institucional, como en el caso de los sacerdotes, ministros del culto (cf. Lv 21, 17-23). A esta integridad física debe corresponder una entrega total, tanto de las personas como de la colectividad (cf. 1 R 8, 61), al Dios de la alianza de acuerdo con las grandes enseñanzas del Deuteronomio (cf. Dt 6, 5). Se trata de amar a Dios con todo el ser, con pureza de corazón y con el testimonio de las obras (cf. Dt 10, 12 s).

Esta misma integridad en vida se exige después de la muerte, para así entrar en la comunión perfecta y definitiva con Dios. Quien no la  tiene lógicamente debe pasar por la purificación. A veces esto ocurre por  la intercesión de una persona. Ejemplos: Moisés obtiene el perdón del pueblo evocando la obra salvífica realizada por Dios en el pasado y su fidelidad al juramento hecho a los padres (cf. Ex 32, 30 y vv. 11-13). En el  libro de Isaías, encontramos la  función de interceder y expiar. El Salmo 51 establece el proceso de reintegración: el pecador confiesa y reconoce la propia culpa (v. 6), y pide insistentemente ser purificado o «lavado» (vv. 4. 9. 12 y 16), para poder proclamar la alabanza divina (v. 17).

 El Nuevo Testamento presenta a Cristo como el intercesor, para el  día de la expiación (cf. Hb 5, 7; 7, 25). Pero en él,  el sacerdocio presenta una configuración nueva y definitiva. Es Sacerdote y, al mismo tiempo, «víctima de propiciación» por los pecados de todo el mundo (cf. 1 Jn 2, 2).  Debemos  ser perfectos como el Padre celestial (cf. Mt 5, 48), estamos llamados a crecer en el amor, para hallarnos firmes e irreprensibles en presencia de Dios Padre, en el momento de «la venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos» (1 Ts 3, 12 s). Por otra parte, estamos invitados a «purificarnos de toda mancha de la carne y del  espíritu» (2 Co 7, 1; cf. 1 Jn 3, 3), porque el encuentro con Dios requiere una pureza absoluta.

El Apóstol San Pablo nos habla sobre el día del juicio y sobre qué pasará con aquellas personas que tuvieron fe y sirvieron a Dios, pero que su obra no fue tan buena, él lo explica: "Un día se verá el trabajo de cada uno. Se hará público en el día del  juicio, cuando todo sea probado por el fuego. El fuego, pues, probará la obra de cada uno. Si lo que has construido resiste el fuego, será premiado. Pero si la obra se convierte en cenizas, el obrero tendrá que pagar. Se salvará pero no sin pasar por el fuego". (1Cor 3,13-15).

Hay  dos aspectos en este pasaje: en primer lugar si la obra resiste al ser examinada la persona se salvará, en este caso se está refiriendo a un cristiano que va directamente a salvarse, sin necesidad de pasar por una purificación y la otra es  donde la obra de la persona no resistió el juicio y no dice que se va a condenar, sino que ese cristiano tendrá que pagar o ser castigado y se salvará, pero como quien pasa por el fuego. Esto es precisamente el purgatorio, una purificación que algunos necesitarán para poder disfrutar plenamente de la amistad eterna con Dios.

Conclusión

Debe estar claro que el estado de purificación no es una prolongación de la situación terrena, es decir; después de la muerte no debe entenderse que hay después una  posibilidad de cambiar lo que merecemos por nuestro paso por la tierra. La enseñanza de la Iglesia a este propósito es inequívoca, y ha sido reafirmada por el concilio Vaticano II, que enseña: "Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra (cf. Hb 9, 27), mereceremos entrar con él en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde "habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22, 13 y 25, 30)" (Lumen gentium, 48).

Al seguir estudiando la Biblia sobre este tema, encontraremos que la existencia del purgatorio es una consecuencia lógica de la Santidad de Dios, pues si Él es el tres veces santo(Is 6,3) o sea la plenitud de la santidad y perfección, entonces quienes estén junto a Él también deben de serlo(Mt 5,48), por eso, quien es fiel a Dios, pero no se encuentra en un estado de gracia plena a la hora de morir, no puede disfrutar del cielo porque la misma Biblia dice que en la ciudad celestial: "No entrará nada manchado (impuro)" Ap 21,27 , queda claro que  si un cristiano no puede entrar al cielo por tener alguna mancha o impureza, y no merece sufrir el castigo eterno, es claro que tendrá que ´pagar´.

Está escrito en la Biblia: "Al que calumnie al Hijo del Hombre se le perdonará; pero el que calumnie al Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro" Mt 12,32.  Jesucristo habla de que hay pecados que no son perdonados en la otra vida; se colige que  hay otros que sí, ese es el sentido de la purificación o sufrimiento en el purgatorio y del porqué nosotros podemos orar (pedir) y ofrecer la Misa por ellos para que Dios tenga misericordia de esos hermanos difuntos que la necesiten, como el caso de Oniséforo mencionado en la Biblia (2 Tim 1,16-18).
Continuara
Fuentes: ACI prensa
               Catholic.net
               BEC. Multimedios
               Mercaba   

jueves, 12 de abril de 2012

Verdades que nos ayudan a entender LA PASCUA

La pascua bíblica.
El término "pascua" proviene de la transcripción griega y latina, pasja; palabra de origen hebreo y arameo, respectivamente, pesah y pasha; que remite a su vez al verbo pasah, que significa "pasar", "saltar". La celebración de la pascua está en el corazón de la experiencia bíblica, ya que está relacionada con el acontecimiento fundador del pueblo de Dios: el éxodo y la alianza. Por medio de la celebración de la pascua se actualiza el acontecimiento salvífico en su forma litúrgica. El culto cristiano como "memorial" se prolonga el acontecimiento salvífico de toda la historia bíblica, que culmina en Jesús, muerto y resucitado.
La pascua hebrea
La primera celebración de la pascua tuvo lugar en el aniversario de la salida de Egipto en el desierto del Sinaí (Núm 9,1-5). Un fragmento de la tradición sacerdotal recuerda el tiempo y la modalidad de la celebración según el ritual tradicional: "Celebraron la pascua en el desierto del Sinaí el primer mes, el día catorce del mes, al atardecer" (Núm 9,5).
La reconstrucción de los ritos y la recuperación del significado de la pascua hebrea tienen una importancia fundamental para comprender el significado y el valor de la pascua cristiana, que está en la base de la interpretación salvífica de la muerte de Jesús. En Ex 12,1-28 se nos narra la razón por la cual los judíos celebraban la fiesta pascual.
La pascua de Jesús y la pascua cristiana.
Las fiestas de pascua que se mencionan en los evangelios sinópticos y en el de Juan marcan las etapas decisivas de la actividad pública de Jesús. La primera fiesta de pascua que recuerda la tradición evangélica es la de Lc 2,41-50. Se trata de la peregrinación anual para la gran festividad judía. Esto sucedió en Jerusalén, en el templo, en donde Jesús revela su destino y su opción a sus padres, que lo habían estado buscando angustiados durante "tres" días.
El evangelio de Juan recuerda expresamente al menos tres pascuas. La primera guarda relación con el signo que Jesús hace en el templo (Jn 2,13-22). La segunda pascua, la de la crisis, va unida al signo de la multiplicación de los panes en Galilea, junto al lago de Tiberíades (Jn 6,1-4). La tercera pascua evangélica mencionada por Juan va asociada al episodio de la resurrección de Lázaro, que provoca la muerte de Jesús para la definitiva resurrección (Jn 11,55).
La última pascua de Jesús.
No es un hecho casual el que Jesús concluya su vida histórica, que comenzó a orillas del lago de Galilea, en la capital judía, en la ciudad santa, una noche de pascua, el 14/ 15 de Nisán, de los años treinta. En este contexto Jesús proclama el último anuncio del reino de Dios, presentando su muerte como el signo supremo de fidelidad y de solidaridad por la salvación de los hombres.
La sucesión más clara y evidente del rito judío y cristiano la tenemos en el evangelio de Lucas: "A la hora fijada se puso a la mesa con sus discípulos. Y les dijo: `He deseado vivamente comer esta pascua con vosotros antes de mi pasión. Os digo que ya no la comeré hasta que se cumpla en el reino de Dios'. El tema pascual aparece en el relato de la pasión y muerte de Jesús, que refleja en el fondo las imágenes del cordero pascual. Jesús es el verdadero cordero, que con su ofrenda libera al mundo del pecado y establece el nuevo pueblo de los liberados (cf Jn 1,29.36). Según Juan, Jesús muere en el momento en que se sacrificaban los corderos en el templo para la celebración de la pascua judía (Jn 18,28).
Las primeras noticias acerca de una celebración anual de la Pascua nos han llegado a través de una polémica acerca de la fecha de la misma celebración. La fecha de la controversia está fijada hacia finales del siglo II, durante el pontificado del Papa Víctor, que amenaza con excomulgar a los obispos del Asia menor por motivo de su celebración pascual, fijada el 14 del mes de Nisán. La controversia versa sobre la fecha de la celebración de la Pascua y no sobre el sentido de la celebración.
En Roma se celebrada el domingo que sigue al 14 de Nisán, también en fuerza de una tradición apostólica que parece remonta al apóstol Pedro.
Los más antiguos textos pascuales de la iglesia
Los dos textos homiléticos más antiguos sobre la Pascua, de finales del siglo II, son el Peri Pascha del Obispo Melitón de Sardes, y la homilía Sobre la Pascua del Ps. Hipólito.
Entre los textos más antiguos que nos recuerdan algún esquema de celebración primitiva de la Pascua esta un fragmento de la Didascalía siríaca (siglo III) donde se expresa así el desarrollo de la vigilia pascual:
Todo se desarrollaba durante la noche en un ambiente iluminado, por tanto en un lucernario permanente, que poco a poco inspirará el solemne rito de la luz con una referencia clara a Cristo luz del mundo. Pero al principio no tenemos algo semejante a la bendición del cirio pascual y del Exultet que son de época posterior.
En la sugestiva unidad entre palabra e imagen, entre anuncio que llega al oído y pintura que se presenta ante nuestros ojos, el misterio de las mujeres de Pascua tiene una hermosa representación plástica en el icono oriental llamado "Las miroforas ante el sepulcro. Las mujeres han visto y han creído. Este es el mensaje fundamental del icono de las miroforas.
 La fiesta pascual de los cristianos tiene sus raíces en la pascua de los judíos. Cuanto mejor conozcamos la celebración judía, tanto mejor comprenderemos el papel de la tipología pascual del Antiguo Testamento para interpretar el misterio de la muerte y la resurrección de Jesús y tanto mejor comprenderemos lo que celebramos en la fiesta más importante de nuestra Iglesia.
El cristiano que celebra la Pascua lleva en sus ojos la luz de la Resurrección, en sus labios mensajes de paz, en su corazón la fortaleza ante todas las adversidades y en la vida el testimonio de la novedad del Espíritu, la promesa de la victoria final.

Fuentes: Enciclopedia  ACI. Prensa
                  Merkaba

miércoles, 4 de abril de 2012

Disfrutemos la Semana Santa con Conciencia y a Plenitud

Para vivir la Semana Santa, debemos darle a Dios el primer lugar y participar en toda la riqueza de las celebraciones propias de este tiempo litúrgico. Lo importante de este tiempo no es el recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su Resurrección, que es primicia de la nuestra. La Semana Santa fue la última semana de Cristo en la tierra. Su Resurrección nos recuerda que los hombres fuimos creados para vivir eternamente junto a Dios.
Punto de Partida
Lo es el texto del Decreto Maxima Redemptionis nostrae mysteria, por el que, en 1955, Pío XII restauraba la liturgia en esos días: «La Santa Madre Iglesia, ya desde la edad apostólica, tuvo interés en celebrar todos los años, con una memoria especial, los más grandes misterios de nuestra Redención: la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Triduo Pascual. Corazón del año litúrgico.
El triduo pascual. Era costumbre judía de que todo encuentro especial con Dios y toda celebración cultual era importante tener una purificación previa del espíritu y del cuerpo. El ayuno, constituía la expresión preferida de esa purificación interna y externa. Los primeros cristianos al instituir la fiesta de la Pascua, consideraron que un elemento esencial de su celebración era el ayuno preparatorio.
La expresión Triduo pascual, es relativamente reciente, pues no se remonta más allá de los años treinta del siglo XX; pero ya a finales del siglo IV San Ambrosio hablaba de un Triduum Sacrum para referirse a las etapas históricas del misterio pascual de Cristo.  San Agustín utilizó parecida expresión —Sacratissimum Triduum— para indicar los tres días de Cristo crucifixi, sepulti, suscitati.
El triduo se presenta no como un tiempo de preparación, sino como una sola cosa con la pascua. Es un triduo de la pasión y resurrección, que abarca la totalidad del misterio pascual. Así se expresa en el calendario: Cristo redimió al género humano y dio perfecta gloria a Dios principalmente a través de su misterio pascual: muriendo destruyó la muerte y resucitando restauró la vida. El triduo pascual de la pasión y resurrección de Cristo es, por tanto, la culminación de todo el año litúrgico.
Luego establece la duración exacta del triduo: El triduo comienza con la misa vespertina de la cena del Señor, alcanza su cima en la vigilia pascual y se cierra con las vísperas del domingo de pascua.
Esta unificación de la celebración pascual es más acorde con el espíritu del Nuevo Testamento y con la tradición cristiana primitiva. El mismo Cristo, cuando aludía a su pasión y muerte, nunca las disociaba de su resurrección. En el evangelio del miércoles de la segunda semana de cuaresma (Mt 20,17-28) habla de ellas en conjunto: "Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen, y al tercer día resucitará".
Jueves Santo:
La liturgia de este día prevé centrar la atención en tres misterios de singular importancia: la Eucaristía, el Orden Sagrado y el Mandamiento del Amor.
La reforma más importante de la liturgia del jueves Santo ha sido la reintroducción del rito del lavatorio de los pies, después de la homilía, como comentario al Evangelio que se proclama en esta fiesta. En la antigüedad, el rito del lavatorio de los pies era realizado por toda la Iglesia dentro de la liturgia, y con frecuencia, fuera de ella. Era signo evangélico y expresivo de la hospitalidad. Los orientales lo conservaron, dándole su verdadero significado.
Este día recordamos la Última Cena de Jesús con sus apóstoles, donde Él se quedó con nosotros en el pan y en el vino, nos dejó su cuerpo y su sangre. Es el jueves santo cuando instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio. Al terminar la última cena, Jesús se fue a orar, al Huerto de los Olivos. Ahí pasó toda la noche y después de mucho tiempo de oración, llegaron a aprehenderlo.
Después de la Misa se procede a la reserva del Santísimo; reserva necesaria para la Comunión del Viernes Santo. Antiguamente se hacía en la sacristía o en un lugar seguro y poco frecuentado de la iglesia. Pero desde el s. XI, bajo el impulso de la devoción hacia el Santísimo, se va solemnizando el traslado de la Eucaristía y luego se asigna como lugar de la reposición una capilla que debe adornarse con flores y cirios. De ahí el desarrollo de los «monumentos» del jueves Santo y el simbolismo de los comentaristas medievales que veían en el acto de «depositar» el Santísimo el gesto de sepultar a Jesucristo.
Un último elemento de la liturgia del Jueves Santo es la denudación de los altares. Antiguamente se retiraban los manteles al acabar la Misa. En ese gesto usual, los comentaristas han visto un símbolo del abandono total en que Cristo quedó antes de padecer y ya no se celebrará la Eucaristía hasta la noche de la Vigilia Pascual.
Viernes Santo:
Ese día recordamos la Pasión de Nuestro Señor: Su prisión, los interrogatorios de Herodes y Pilato; la flagelación, la coronación de espinas y la crucifixión.
"El Viernes santo es un día de dolor y tristeza, porque nos hace revivir la terrible agonía y la muerte del Crucificado, después de las humillaciones de la condena y los ultrajes de los soldados y de la multitud, y después de la flagelación, la coronación de espinas y las atroces heridas de la crucifixión.”.
En los templos, el altar ha de estar totalmente desnudo, sin cruz, sin candelabros y sin manteles. El sacerdote y los ministros sagrados se revisten con los ornamentos rojos requeridos para la Misa.

En la primera parte, de la Liturgia de la Palabra, meditamos en Jesús Salvador y Sacerdote eterno y universal por su Pasión redentora, destacándose el aspecto glorioso de la Pasión victoriosa de Jesús. Esta parte concluye con la Oración Universal.

En la segunda parte, es llevada la Cruz al altar, para luego ser adorada por toda la asamblea.  A la finalización de esta veneración está prevista una Memoria de los Dolores sufridos por la Santísima Virgen junto a la Cruz de Jesús, piadoso ejercicio que se realizaba, según una antigua tradición, en la tarde del Viernes Santo. Y en la tercera parte, con la Comunión Eucarística, concluye la celebración de esta jornada dolorosa. Lo conmemoramos con un Vía Crucis solemne.

Sábado Santo o Sábado de Gloria:
El Sábado Santo es un día tradicionalmente alitúrgico; pero no por ello se deja la plegaria, que es un elemento esencial del ayuno. Al ser el ayuno público y comunitario también lo deberá ser la oración; por esto se ha mantenido y favorecido la participación en el Oficio divino de todos los fieles.
Se recuerda el día que pasó entre la muerte y la Resurrección de Jesús. Es un día de luto y tristeza pues no tenemos a Jesús entre nosotros. Las imágenes se cubren y los sagrarios están abiertos. Por la noche se lleva a cabo una vigilia pascual para celebrar la Resurrección de Jesús. Vigilia quiere decir “la tarde y noche anteriores a una fiesta.”. En esta celebración se acostumbra bendecir el agua y encender las velas en señal de la Resurrección de Cristo, la gran fiesta de los católicos
El camino cristiano es el camino iluminado por las enseñanzas y ejemplos de Jesús. Es el camino de la cruz, que es también el de la resurrección; es olvido de sí, es perderse por Cristo, es vida que brota de la muerte. El misterio pascual que celebramos en los días del sagrado triduo es la pauta y el programa que debemos seguir en nuestras vidas. En la vida de Cristo, y sobre todo en su cruz, vemos su valor redentor. El crucifijo no debe reducirse a un doloroso recuerdo de lo mucho que Jesús sufrió por nosotros. Es un objeto en el que podemos gloriarnos porque está transfigurado por la gloria de la resurrección.
Fuentes: ACI Prensa
                 Merkaba
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