miércoles, 4 de abril de 2012

Disfrutemos la Semana Santa con Conciencia y a Plenitud

Para vivir la Semana Santa, debemos darle a Dios el primer lugar y participar en toda la riqueza de las celebraciones propias de este tiempo litúrgico. Lo importante de este tiempo no es el recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su Resurrección, que es primicia de la nuestra. La Semana Santa fue la última semana de Cristo en la tierra. Su Resurrección nos recuerda que los hombres fuimos creados para vivir eternamente junto a Dios.
Punto de Partida
Lo es el texto del Decreto Maxima Redemptionis nostrae mysteria, por el que, en 1955, Pío XII restauraba la liturgia en esos días: «La Santa Madre Iglesia, ya desde la edad apostólica, tuvo interés en celebrar todos los años, con una memoria especial, los más grandes misterios de nuestra Redención: la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Triduo Pascual. Corazón del año litúrgico.
El triduo pascual. Era costumbre judía de que todo encuentro especial con Dios y toda celebración cultual era importante tener una purificación previa del espíritu y del cuerpo. El ayuno, constituía la expresión preferida de esa purificación interna y externa. Los primeros cristianos al instituir la fiesta de la Pascua, consideraron que un elemento esencial de su celebración era el ayuno preparatorio.
La expresión Triduo pascual, es relativamente reciente, pues no se remonta más allá de los años treinta del siglo XX; pero ya a finales del siglo IV San Ambrosio hablaba de un Triduum Sacrum para referirse a las etapas históricas del misterio pascual de Cristo.  San Agustín utilizó parecida expresión —Sacratissimum Triduum— para indicar los tres días de Cristo crucifixi, sepulti, suscitati.
El triduo se presenta no como un tiempo de preparación, sino como una sola cosa con la pascua. Es un triduo de la pasión y resurrección, que abarca la totalidad del misterio pascual. Así se expresa en el calendario: Cristo redimió al género humano y dio perfecta gloria a Dios principalmente a través de su misterio pascual: muriendo destruyó la muerte y resucitando restauró la vida. El triduo pascual de la pasión y resurrección de Cristo es, por tanto, la culminación de todo el año litúrgico.
Luego establece la duración exacta del triduo: El triduo comienza con la misa vespertina de la cena del Señor, alcanza su cima en la vigilia pascual y se cierra con las vísperas del domingo de pascua.
Esta unificación de la celebración pascual es más acorde con el espíritu del Nuevo Testamento y con la tradición cristiana primitiva. El mismo Cristo, cuando aludía a su pasión y muerte, nunca las disociaba de su resurrección. En el evangelio del miércoles de la segunda semana de cuaresma (Mt 20,17-28) habla de ellas en conjunto: "Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen, y al tercer día resucitará".
Jueves Santo:
La liturgia de este día prevé centrar la atención en tres misterios de singular importancia: la Eucaristía, el Orden Sagrado y el Mandamiento del Amor.
La reforma más importante de la liturgia del jueves Santo ha sido la reintroducción del rito del lavatorio de los pies, después de la homilía, como comentario al Evangelio que se proclama en esta fiesta. En la antigüedad, el rito del lavatorio de los pies era realizado por toda la Iglesia dentro de la liturgia, y con frecuencia, fuera de ella. Era signo evangélico y expresivo de la hospitalidad. Los orientales lo conservaron, dándole su verdadero significado.
Este día recordamos la Última Cena de Jesús con sus apóstoles, donde Él se quedó con nosotros en el pan y en el vino, nos dejó su cuerpo y su sangre. Es el jueves santo cuando instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio. Al terminar la última cena, Jesús se fue a orar, al Huerto de los Olivos. Ahí pasó toda la noche y después de mucho tiempo de oración, llegaron a aprehenderlo.
Después de la Misa se procede a la reserva del Santísimo; reserva necesaria para la Comunión del Viernes Santo. Antiguamente se hacía en la sacristía o en un lugar seguro y poco frecuentado de la iglesia. Pero desde el s. XI, bajo el impulso de la devoción hacia el Santísimo, se va solemnizando el traslado de la Eucaristía y luego se asigna como lugar de la reposición una capilla que debe adornarse con flores y cirios. De ahí el desarrollo de los «monumentos» del jueves Santo y el simbolismo de los comentaristas medievales que veían en el acto de «depositar» el Santísimo el gesto de sepultar a Jesucristo.
Un último elemento de la liturgia del Jueves Santo es la denudación de los altares. Antiguamente se retiraban los manteles al acabar la Misa. En ese gesto usual, los comentaristas han visto un símbolo del abandono total en que Cristo quedó antes de padecer y ya no se celebrará la Eucaristía hasta la noche de la Vigilia Pascual.
Viernes Santo:
Ese día recordamos la Pasión de Nuestro Señor: Su prisión, los interrogatorios de Herodes y Pilato; la flagelación, la coronación de espinas y la crucifixión.
"El Viernes santo es un día de dolor y tristeza, porque nos hace revivir la terrible agonía y la muerte del Crucificado, después de las humillaciones de la condena y los ultrajes de los soldados y de la multitud, y después de la flagelación, la coronación de espinas y las atroces heridas de la crucifixión.”.
En los templos, el altar ha de estar totalmente desnudo, sin cruz, sin candelabros y sin manteles. El sacerdote y los ministros sagrados se revisten con los ornamentos rojos requeridos para la Misa.

En la primera parte, de la Liturgia de la Palabra, meditamos en Jesús Salvador y Sacerdote eterno y universal por su Pasión redentora, destacándose el aspecto glorioso de la Pasión victoriosa de Jesús. Esta parte concluye con la Oración Universal.

En la segunda parte, es llevada la Cruz al altar, para luego ser adorada por toda la asamblea.  A la finalización de esta veneración está prevista una Memoria de los Dolores sufridos por la Santísima Virgen junto a la Cruz de Jesús, piadoso ejercicio que se realizaba, según una antigua tradición, en la tarde del Viernes Santo. Y en la tercera parte, con la Comunión Eucarística, concluye la celebración de esta jornada dolorosa. Lo conmemoramos con un Vía Crucis solemne.

Sábado Santo o Sábado de Gloria:
El Sábado Santo es un día tradicionalmente alitúrgico; pero no por ello se deja la plegaria, que es un elemento esencial del ayuno. Al ser el ayuno público y comunitario también lo deberá ser la oración; por esto se ha mantenido y favorecido la participación en el Oficio divino de todos los fieles.
Se recuerda el día que pasó entre la muerte y la Resurrección de Jesús. Es un día de luto y tristeza pues no tenemos a Jesús entre nosotros. Las imágenes se cubren y los sagrarios están abiertos. Por la noche se lleva a cabo una vigilia pascual para celebrar la Resurrección de Jesús. Vigilia quiere decir “la tarde y noche anteriores a una fiesta.”. En esta celebración se acostumbra bendecir el agua y encender las velas en señal de la Resurrección de Cristo, la gran fiesta de los católicos
El camino cristiano es el camino iluminado por las enseñanzas y ejemplos de Jesús. Es el camino de la cruz, que es también el de la resurrección; es olvido de sí, es perderse por Cristo, es vida que brota de la muerte. El misterio pascual que celebramos en los días del sagrado triduo es la pauta y el programa que debemos seguir en nuestras vidas. En la vida de Cristo, y sobre todo en su cruz, vemos su valor redentor. El crucifijo no debe reducirse a un doloroso recuerdo de lo mucho que Jesús sufrió por nosotros. Es un objeto en el que podemos gloriarnos porque está transfigurado por la gloria de la resurrección.
Fuentes: ACI Prensa
                 Merkaba
                 Koinonia



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