La pascua bíblica.
El término "pascua" proviene de la transcripción griega y latina, pasja; palabra de origen hebreo y arameo, respectivamente, pesah y pasha; que remite a su vez al verbo pasah, que significa "pasar", "saltar". La celebración de la pascua está en el corazón de la experiencia bíblica, ya que está relacionada con el acontecimiento fundador del pueblo de Dios: el éxodo y la alianza. Por medio de la celebración de la pascua se actualiza el acontecimiento salvífico en su forma litúrgica. El culto cristiano como "memorial" se prolonga el acontecimiento salvífico de toda la historia bíblica, que culmina en Jesús, muerto y resucitado.
La pascua hebrea
La primera celebración de la pascua tuvo lugar en el aniversario de la salida de Egipto en el desierto del Sinaí (Núm 9,1-5). Un fragmento de la tradición sacerdotal recuerda el tiempo y la modalidad de la celebración según el ritual tradicional: "Celebraron la pascua en el desierto del Sinaí el primer mes, el día catorce del mes, al atardecer" (Núm 9,5).
La reconstrucción de los ritos y la recuperación del significado de la pascua hebrea tienen una importancia fundamental para comprender el significado y el valor de la pascua cristiana, que está en la base de la interpretación salvífica de la muerte de Jesús. En Ex 12,1-28 se nos narra la razón por la cual los judíos celebraban la fiesta pascual.
La pascua de Jesús y la pascua cristiana.
Las fiestas de pascua que se mencionan en los evangelios sinópticos y en el de Juan marcan las etapas decisivas de la actividad pública de Jesús. La primera fiesta de pascua que recuerda la tradición evangélica es la de Lc 2,41-50. Se trata de la peregrinación anual para la gran festividad judía. Esto sucedió en Jerusalén, en el templo, en donde Jesús revela su destino y su opción a sus padres, que lo habían estado buscando angustiados durante "tres" días.
El evangelio de Juan recuerda expresamente al menos tres pascuas. La primera guarda relación con el signo que Jesús hace en el templo (Jn 2,13-22). La segunda pascua, la de la crisis, va unida al signo de la multiplicación de los panes en Galilea, junto al lago de Tiberíades (Jn 6,1-4). La tercera pascua evangélica mencionada por Juan va asociada al episodio de la resurrección de Lázaro, que provoca la muerte de Jesús para la definitiva resurrección (Jn 11,55).
La última pascua de Jesús.
No es un hecho casual el que Jesús concluya su vida histórica, que comenzó a orillas del lago de Galilea, en la capital judía, en la ciudad santa, una noche de pascua, el 14/ 15 de Nisán, de los años treinta. En este contexto Jesús proclama el último anuncio del reino de Dios, presentando su muerte como el signo supremo de fidelidad y de solidaridad por la salvación de los hombres.
La sucesión más clara y evidente del rito judío y cristiano la tenemos en el evangelio de Lucas: "A la hora fijada se puso a la mesa con sus discípulos. Y les dijo: `He deseado vivamente comer esta pascua con vosotros antes de mi pasión. Os digo que ya no la comeré hasta que se cumpla en el reino de Dios'. El tema pascual aparece en el relato de la pasión y muerte de Jesús, que refleja en el fondo las imágenes del cordero pascual. Jesús es el verdadero cordero, que con su ofrenda libera al mundo del pecado y establece el nuevo pueblo de los liberados (cf Jn 1,29.36). Según Juan, Jesús muere en el momento en que se sacrificaban los corderos en el templo para la celebración de la pascua judía (Jn 18,28).
Las primeras noticias acerca de una celebración anual de la Pascua nos han llegado a través de una polémica acerca de la fecha de la misma celebración. La fecha de la controversia está fijada hacia finales del siglo II, durante el pontificado del Papa Víctor, que amenaza con excomulgar a los obispos del Asia menor por motivo de su celebración pascual, fijada el 14 del mes de Nisán. La controversia versa sobre la fecha de la celebración de la Pascua y no sobre el sentido de la celebración.
En Roma se celebrada el domingo que sigue al 14 de Nisán, también en fuerza de una tradición apostólica que parece remonta al apóstol Pedro.
Los más antiguos textos pascuales de la iglesia
Los dos textos homiléticos más antiguos sobre la Pascua, de finales del siglo II, son el Peri Pascha del Obispo Melitón de Sardes, y la homilía Sobre la Pascua del Ps. Hipólito.
Entre los textos más antiguos que nos recuerdan algún esquema de celebración primitiva de la Pascua esta un fragmento de la Didascalía siríaca (siglo III) donde se expresa así el desarrollo de la vigilia pascual:
Todo se desarrollaba durante la noche en un ambiente iluminado, por tanto en un lucernario permanente, que poco a poco inspirará el solemne rito de la luz con una referencia clara a Cristo luz del mundo. Pero al principio no tenemos algo semejante a la bendición del cirio pascual y del Exultet que son de época posterior.
En la sugestiva unidad entre palabra e imagen, entre anuncio que llega al oído y pintura que se presenta ante nuestros ojos, el misterio de las mujeres de Pascua tiene una hermosa representación plástica en el icono oriental llamado "Las miroforas ante el sepulcro. Las mujeres han visto y han creído. Este es el mensaje fundamental del icono de las miroforas.
La fiesta pascual de los cristianos tiene sus raíces en la pascua de los judíos. Cuanto mejor conozcamos la celebración judía, tanto mejor comprenderemos el papel de la tipología pascual del Antiguo Testamento para interpretar el misterio de la muerte y la resurrección de Jesús y tanto mejor comprenderemos lo que celebramos en la fiesta más importante de nuestra Iglesia.
El cristiano que celebra la Pascua lleva en sus ojos la luz de la Resurrección, en sus labios mensajes de paz, en su corazón la fortaleza ante todas las adversidades y en la vida el testimonio de la novedad del Espíritu, la promesa de la victoria final.
Fuentes: Enciclopedia ACI. Prensa
Merkaba
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