sábado, 24 de noviembre de 2012

¿Quién es el Rey de mi vida?


Qué significa celebrar hoy a un Cristo Rey, vivo, interpelante, que dirige, gobierna y potencia todos los momentos de la vida? ¿Cómo se puede entender en lenguaje actual el Reino de Dios?

Fue Pío XI quien instituyó, en el año 1925, esta solemnidad como recuerdo de aquel Año santo, y con la voluntad explícita de que fuera una ayuda catequética para la pedagogía de la fe. Con la misma intención la reforma litúrgica situó esta solemnidad en el último domingo del ciclo litúrgico anual. Así, en efecto, se subraya más la naturaleza, la universalidad y el fundamento de la realeza de Cristo.

¿Qué es la verdad?

Con esa pregunta se quedó Pilatos y, sin esperar, condenó a muerte al que podía responderle. Y es que no siempre preguntamos porque no sabemos; a veces preguntamos porque no queremos saber, para despistar, pues sospechamos que hay preguntas que no tienen respuesta. Pero son preguntas. Y debemos buscar la respuesta. Esa decisión va más allá de la razón y de la ciencia, pero no del hombre, que es más que razón, es lo que llamamos fe.

Para muchos hablar de Cristo Rey es casi hablar de algo superado desde el compromiso de la fe. Es noticia intrascendente, pues no se admite ni se da valor a un reinó que no es político, ni entra en conflicto con los valores y exigencias de los reinos mundanos.

Por otra parte, es relativamente fácil aclamar a Cristo Rey en un momento de euforia espiritual. Pero resulta más difícil creer en un Cristo, presente e influyente en la vida de todos los días, en un Cristo que compromete y cambia la existencia del hombre, en un Cristo exigente que pide fidelidad a los valores permanentes del evangelio.

El Reino de Cristo

El  no reinó desde los sitios privilegiados ni desde los puestos de influencia. Cristo reinó en el servicio, la entrega y la humildad, en el compromiso con los necesitados y con los desgraciados, con los pecadores y las mujeres de la vida, con los que estaban marginados en la sociedad de entonces: ciegos, leprosos, viudas...

Y sin embargo los cristianos pretendemos hacer un reino de Dios a nuestro gusto y medida, en el que se nos dé incienso adoración y admiración. Es un engaño terrible, fruto del egoísmo humano.

Cristo fue y es Rey por ser testigo de la verdad y del amor sin límites. Y nuestra vida está cargada de mentiras y desamores. Es preciso el cambio y la conversión. Vivir en cristiano es descubrir las exigencias y maravillas del reino de Dios con entrega total y confiada.

Como se expresa ese Reino

-Creer en Dios es creer que el bien es más poderoso que el mal; es creer que, al final, el bien y la verdad habrán de triunfar sobre el mal y la mentira. Quien piense que el mal tendrá la última palabra o que el bien y el mal tienen las mismas probabilidades, es un ateo... La fe en el Reino es estar convencido de que, suceda lo que suceda, el Reino habrá de venir

-Frente a la violencia que siembra de sangre la geografía de nuestro planeta, Jesús nos propone la libertad de quien es capaz de romper con la espiral de violencia, que nunca termina, y devuelve bien por mal

-Frente al miedo que paraliza al hombre y lo reduce a una marioneta, Jesús propone la libertad del amor; ni miedo a Dios, porque es Padre bueno; ni miedo a los hombres, porque son hermanos; el cristiano no puede tener miedo a nada ni a nadie, ni siquiera a la muerte, porque Cristo ha triunfado sobre ella.

-Frente a la esclavitud de buscar el éxito fácil, tan frecuente en nuestro tiempo, Jesús propone buscar el único éxito que merece la pena: el del Reino de Dios.

-Frente a la esclavitud del mal, en cualquiera de sus formas, Jesús se presenta como el liberador que trae el Reino del bien.

-Frente a la esclavitud del sufrimiento, Jesús anuncia la llegada del día en el que los ciegos vean, los cojos caminen, los sordos oigan, los encarcelados vean la luz del sol, los pobres escuchen la buena noticia.

-Frente a la esclavitud de ver el mundo sin futuro, sin salida, nosotros afirmamos en nuestra fe que Jesús ha dado comienzo a un mundo nuevo en el que ya no habrá ni luto, ni llanto, ni muerte, ni dolor pues lo de antes ha pasado y Dios lo hace todo nuevo.

Jesús es el liberador soberano y universal; su Reino es un Reino de libertad y vida; sin liberación no puede haber vida, y sin vida la liberación no es nada.

Ahora, debemos preguntarnos ¿es Cristo mi Rey o el esclavo de mis necesidades e intereses?  

Fuentes: Eucaristía

                 Mercaba  

 

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