El lavatorio de los pies practicado por Jesús después de cenar es uno de los aspectos más intrigantes del relato de la última cena.
Esta acción de Jesús suscita tres problemas: 1) ¿Por qué Jesús lava los pies de sus discípulos y no las manos, y por qué lo hace después y no antes de la cena? 2) ¿Por qué les seca los pies con una toalla? 3) ¿Qué significado entraña el hecho de quitarse el manto, ciñéndose en su lugar una simple toalla?
1) ¿POR QUE JESÚS LAVO SOLAMENTE LOS PIES DE SUS DISCÍPULOS? El versículo de Juan, "se levantó de la mesa", indica que el lavatorio tuvo lugar después de la comida. En el Medio Oriente la costumbre era lavar los pies antes de comer. Este acto (como se especifica en los vs. 12 ss) pretende ser una lección de humildad: ante el altercado de los apóstoles sobre quién era el mayor (Lc. 22, 24), Jesús les enseña la dignidad del servicio y del ministerio. La lección es corroborada con la acción, según se narra en /Lc/22/27: "Porque, ¿quién es mayor, el que está en la mesa o el que sirve? ¿no es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve". Corremos el riesgo de no apreciar la total significación del gesto de Jesús si no hacemos referencia a la práctica farisea.
Los textos fariseos tratan amplia y minuciosamente la relación maestro-discípulo y detallan las obligaciones y servicios de los discípulos para con sus maestros. Obligaciones que en ocasiones llegaban a servicios íntimos. El maestro tenía derecho a disponer del discípulo para todos los servicios propios de un esclavo, excepto "pedir ser descalzado". De este modo no resultaba extraña la sorpresa de Pedro: "¿Lavarme tú a mí los pies?" (v. 6). Jesús, al lavar los pies de sus discípulos, invierte los moldes clásicos de la relación maestro-discípulo y ejecuta una acción de humildad sin precedentes para la mentalidad de entonces. ¡Tan degradante parecía a los ojos de los fariseos de entonces que excluyen tal acción del "código" de obligaciones del discípulo!
2) ¿POR QUE SE CIÑO UNA TOALLA/J? El gesto de Jesús narrado por Juan no requería "ceñirse" una toalla. Para comprender este gesto simbólico de Jesús debemos remontarnos a la antigua tradición del "cinturón de lucha" que aparece en el arte y la literatura del antiguo Oriente.
Sin entrar en un análisis detallado de las diversas modalidades de tal tradición, hemos de recordar que el Israel bíblico formaba parte de un ámbito internacional en el que el cinturón de lucha era un símbolo honorífico. Simbolizaba el heroísmo, el arrojo, el orgullo, la dignidad, aun cuando, con el correr de los tiempos, la armadura de los guerreros fue modificada y modernizada con nuevos elementos. El arte pagano y los mitos presentan a los dioses victoriosos ciñéndose el cinturón de lucha y sosteniendo en alto el de sus adversarios.
Este simbolismo del cinturón en narraciones diplomáticas, jurídicas o religiosas del Antiguo Testamento permite comprender toda la significación del gesto de Jesús al ceñirse durante el lavatorio de los pies. El mismo Nuevo Testamento abunda en alusiones a ceñirse el cinturón. 1 Pe. 1, 13 dice: "Por tanto, ceñíos los lomos de vuestro espíritu, sed sobrios, poned toda vuestra esperanza en la gracia que se os procurará mediante la revelación de Jesús". El Apocalipsis describe a los agentes de la ira divina y de la retribución ciñéndose el cinturón.
En Lc/12/35/37 ("tened los lomos ceñidos y vuestras lámparas encendidas") se exhorta a estar alerta. Cuando vuelva el Señor, se ceñirá, protegerá a sus siervos fieles y los servirá: "Dichosos los siervos que el Señor, al venir, los encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y los servirá" (v. 37).
Pero la acción de "ceñirse" en el lavatorio de los pies tiene ya un sentido espiritual; el ceñirse para la lucha material se ha transformado en ceñirse para la lucha espiritual. En Ef/06/10 aparece claramente este cambio semántico: "Por los demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las asechanzas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades... ¡En pie, pues: ceñida vuestra cintura con la verdad y revestíos de la justicia como coraza!". Ef. 6, 10 evoca la visión de Isaías sobre el reino perfecto: "Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos" (Is. 11, 5). Ambos textos cambian el cinturón físico por el cinturón espiritual.
El gesto de Jesús de ceñirse la toalla tiene, pues, más sentido del que aparece a primera vista: significa que la fuerza espiritual ha reemplazado a la fuerza bruta. La humillación de Jesús al lavar los pies se une al propósito de combatir, de llevar a cabo victoriosamente su misión divina. Una humilde toalla ha sustituido al violento cinturón de lucha, una toalla que simboliza la disposición de Jesús a combatir.
3) ¿QUE SIGNIFICADO ENTRAÑA EL HECHO DE QUITARSE EL MANTO? La independencia con que Jesús realizó el lavatorio de los pies se refleja en el hecho de que él mismo se ciñó, sin la ayuda de otro. Ceñirse uno mismo significa confianza e independencia; ser ceñido es indicio de dependencia. Jn. 21, 18 lo dice: "En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieres". Los exégetas interpretan equivocadamente el motivo por el que Jesús se despojó de su manto y se ciñó una toalla. Su comentario corriente es parecido a éste: "Habiéndose despojado de su manto, se quedó con sólo la túnica, se ciñó una toalla y, a la manera de un esclavo, les lavó los pies... Esta historia revela cuán grande fue para los discípulos la condescendencia de Jesús al lavarles los pies". Esta interpretación tergiversa el gesto de Jesús.
Jesús quería, con el hecho de lavar los pies, dar una lección de humildad, mientras que, con el cambio de vestimenta y con la actitud de ceñirse la toalla a modo de cinturón quería simbolizar que se preparaba para morir.
Jesús, consciente del ambiente hostil que le rodea (v. 4) se dispone a la lucha cambiando el vestido, ciñéndose. La hostilidad está a su lado: "El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará".
En el lavatorio de la última cena sobresalen dos puntos. El primero es la abnegación, la humillación radical de Jesús al lavar los pies a los discípulos: lo contrario de lo que hacían los rabbís. El segundo es la disposición de Jesús a afrontar la lucha que se avecina: en lugar de evadir "su hora", se despoja del manto y se ciñe la toalla, se dispone no al combate físico, sino a la lucha espiritual de su acción, de su sacrificio. El héroe del espíritu se ciñe para la llegada de "su hora".
Los que crean que esta interpretación es rebuscada deben recordar que Juan acostumbra a usar el lenguaje de los símbolos y que constantemente da a sus palabras un doble sentido.
Fuente: Mercaba