Para entrar en el reino hay que ser así: disponibles, confiados,
simples; hay que abandonarse a la fe con sencillez de niño.
La semejanza del niño, no es una cualidad espontánea, sino que
únicamente es posible en la conversión; o sea, forma parte de aquel cambio
radical de nuestra persona (mentalidad y comportamiento) que es precisamente la
conversión evangélica.
Jesús enseña que el mayor honor es el mayor servicio, que el
primero es el que se humilla para servir a todos, si queremos contar en el reino de Dios, debemos hacernos
pequeños, es la actitud de servicio.
Aquí la pequeñez no es ya una situación de hecho, sino una dimensión
espiritual, que se traduce concretamente en la actitud del servicio.
Jesús coloca a uno de esos pequeños en medio de
ellos y muestra cómo el presente y el futuro de la comunidad están en colocar
en el centro no las propias ambiciones. El que quiera ser
el primero, que sea el último; el que quiera ser el primero de todos, que sea
el servidor de todos. Es una potente llamada. Si los cristianos no realizamos
el estilo de Cristo, ¿de quién somos discípulos?
Sería conveniente que ayudáramos a concretar todo
eso según las diversas circunstancias: en el trabajo, revisar si lo que uno
pretende es únicamente escalar o si en cambio es capaz de ser solidario con los
problemas aunque ello le comporte perjuicios; en casa, revisar si uno refunfuña
siempre, o si siempre quiere tener razón, o bien si es capaz de reprimirse y
ceder para una mejor convivencia; en el tiempo libre, revisar si uno únicamente
busca la tele o cualquier otra evasión, o bien si es capaz de dedicar tiempo a
la familia y a labores sociales del tipo que sean; cuando uno tiene dinero y
poder, revisar si está convencido de que los menos afortunados tienen tanto
derecho como él a vivir bien. Y así sucesivamente.
Mientras que Jesús nos enseña que debemos ser los
últimos, disponibles, preocupados más de los demás que de nosotros mismos,
servidores y no dueños. No es extraño que los oyentes de Jesús -de entonces y
de ahora- nosotros- nos "dé miedo" oír estas cosas.
Y Jesús,
pues, debe volver a explicar y a insistir en el estilo que él propone: se trata
de querer vivir toda la vida como servicio; y se trata de saberlo reconocer a
él no en los grandes y prestigiosos, sino en los humildes y débiles.
¡Que no tengamos que callar cuando se nos pregunte de qué
hablábamos por el camino!
Fuente: J. ALDAZÁBAL
MISA DOMINICAL
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