Por la rapidez de la vida, a veces no tenemos la
oportunidad de recordar, en algunos casos
y en otros, desconocemos las informaciones precisas sobre los Tiempos
Litúrgicos que celebramos en el
Calendario Litúrgico y este es el propósito de esta reflexión y otras que
vendrán oportunamente para permitirnos vivir más plenamente esos momentos tan
importantes de Nuestra Iglesia.
La celebración de la Pascua del Señor,
constituye, sin duda, la fiesta primordial del año litúrgico. De aquí que,
cuando en el siglo II, la Iglesia comenzó a celebrar anualmente el
misterio pascual de Cristo, advirtió la necesidad de una preparación
adecuada, por medio de la oración y del ayuno, según el modo
prescrito por el Señor.
Hacia finales del siglo V, el miércoles y
viernes previos al primer domingo de cuaresma comenzaron a celebrarse cómo si
formaran parte del período penitencial, probablemente como medio de compensar
los domingos y días en los que se rompía el ayuno. Dicho miércoles, los
penitentes por la imposición de la ceniza, ingresaban en el orden que
regulaba la penitencia canónica. Cuando la institución penitencial desapareció,
el rito se extendió a toda la comunidad cristiana: este es el origen del Miércoles
de Ceniza o «Feria IV anerum».
El miércoles de Ceniza es el inicio formal a la
Cuaresma; un día especialmente penitencial, en el que manifestamos nuestro
deseo personal de conversión a Dios. El miércoles de Ceniza es día de ayuno y
abstinencia; los viernes de Cuaresma se observa la abstinencia de carne. La
Cuaresma se extiende desde el miércoles
de Ceniza hasta la Misa de la cena del Señor exclusive.
¿Por
qué cenizas?
Al acercarnos a los templos a que nos impongan la
ceniza, expresamos con humildad y sinceridad de corazón, que deseamos
convertirnos y creer de verdad del Evangelio. El origen de la imposición de la
ceniza es parte de la penitencia canónica. Empieza a ser obligatorio para toda
la comunidad cristiana a partir del siglo X. La liturgia actual, conserva los
elementos tradicionales: imposición de la ceniza y ayuno riguroso.
La bendición e imposición de la ceniza tiene lugar
dentro de la Misa, después de la homilía; aunque en circunstancias especiales,
se puede hacer dentro de una celebración de la Palabra. Las fórmulas de
imposición de la ceniza se inspiran en la Escritura: Génesis, 3, 19 y Marcos 1,
15.
El
simbolismo de la ceniza es el siguiente:
a) Condición débil y caduca del
hombre, que camina hacia la muerte;
b) Situación pecadora del hombre;
c) Oración y súplica ardiente para
que el Señor acuda en su ayuda;
d) Resurrección, ya que el hombre
está destinado a participar en el triunfo de Cristo;
La ceniza es el residuo de la combustión por el
fuego de las cosas o de las personas. Este símbolo ya se emplea en la primera
página de la Biblia cuando se nos cuenta que "Dios formó al hombre con
polvo de la tierra" (Gen 2,7). Eso es lo que significa el nombre de
"Adán". Y se le recuerda enseguida que ése es precisamente su fin:
"hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho" (Gn 3,19).
Por extensión, pues, representa la conciencia de la
nada, lo que somos como creatura con
respecto al Creador, según las palabras de Abrahán: "Aunque soy polvo y
ceniza, me atrevo a hablar a mi Señor" (Gn 18,27).
Esto nos lleva a todos a asumir una actitud de
humildad ("humildad" viene de humus, "tierra"): "polvo
y ceniza son los hombres" (Si 17,32), "todos caminan hacia una misma
meta: todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo" (Qo 3,20),
"todos expiran y al polvo retornan" (Sal 104,29). Por lo tanto, la
ceniza significa también el sufrimiento, el luto, el arrepentimiento. En Job
(Jb 42,6) es explícitamente signo de dolor y de penitencia. De aquí se
desprendió la costumbre, por largo tiempo conservada en los monasterios, de
extender a los moribundos en el suelo recubierto con ceniza dispuesta en forma
de cruz. La ceniza se mezcla a veces con los alimentos de los ascetas y la
ceniza bendita se utiliza en ritos como la consagración de una iglesia, etc.
Miércoles de Ceniza
En los primeros siglos se expresó con este gesto el
camino cuaresmal de los "penitentes", o sea, del grupo de pecadores
que querían recibir la reconciliación al final de la Cuaresma, el Jueves Santo,
a las puertas de la Pascua. Vestidos con hábito penitencial y con la ceniza que
ellos mismos se imponían en la cabeza, se presentaban ante la comunidad y
expresaban así su conversión.
En el siglo XI, desaparecida ya la institución de
los penitentes como grupo, se vio que el gesto de la ceniza era bueno para
todos, y así, al comienzo de este período litúrgico, este rito se empezó a
realizar para todos los cristianos, de modo que toda la comunidad se reconocía
pecadora, dispuesta a emprender el camino de la conversión cuaresmal.
En la última reforma litúrgica se ha reorganizado
el rito de la imposición de la ceniza de un modo más expresivo y pedagógico. Ya
no se realiza al principio de la celebración o independientemente de ella, sino
después de las lecturas bíblicas y de la homilía.
Que las cenizas del Miércoles de Ceniza, nos
inviten a mas que untarnos cenizas en la
frente, como parte de un gesto de la
tradición, sea una verdadera invitación
a la conversión, que es el contenido y sentido al gesto como nos dicen
las lecturas de ese Día.
Fuentes:
Encuentra.com
ACI. Prensa
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