Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío
vivió en plenitud la vocación de colaborar en la redención del hombre mediante
la dirección espiritual de los fieles, la confesión y la celebración de la
Eucaristía. El momento cumbre de su actividad apostólica era aquél en el que
celebraba la Santa Misa. Los fieles que participaban en la misma percibían la
altura y profundidad de su espiritualidad.
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