Orar a Dios por las vocaciones, para que envíe sacerdotes y monjas con
el corazón sólo para Él, libres de la idolatría de la vanidad, del poder y el
dinero. Ésta es la exhortación que el papa Francisco ha realizado esta mañana
durante la misa celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta.
El Evangelio del hombre rico, que se arroja de
rodillas delante de Jesús para preguntarle qué debe hacer para heredar la vida
eterna, ha sido el tema central de la homilía del Santo Padre. Este hombre -
subraya el Pontífice - "tenía tantas ganas de escuchar las palabras de
Jesús": era "un hombre bueno, porque desde su juventud había
observado los mandamientos. Un buen hombre", por lo tanto, "pero esto
no era suficiente para él: quería más. El Espíritu Santo le empujaba".
Jesús lo mira con amor y le hace la propuesta: "Vende todo y ven conmigo a
predicar el Evangelio". Pero él, al oír esas palabras, "frunció el
ceño y se fue triste" porque poseía muchos bienes:
"Su corazón inquieto, debido al Espíritu Santo
que le empujaba a acercarse a Jesús y seguirlo, era un corazón lleno, y no ha
tenido la valentía de vaciarlo. Y ha hecho la elección: el dinero. El corazón
lleno de dinero... Pero no era un ladrón, un criminal: ¡no, no, no! Era un buen
hombre: nunca robó, ¡nunca! Nunca engañó: era dinero honesto. Pero su corazón
estaba encarcelado allí, estaba atado al dinero y no tenía la libertad de
elegir. El dinero ha elegido por él".
"Cuántos jóvenes - ha proseguido el papa
Francisco - sienten en sus corazones esta 'llamada' a acercarse a Jesús, y
están emocionados", "no se avergüenzan de ponerse de rodillas"
delante de Él, de "dar una demostración pública de su fe en
Jesucristo" y "quieren seguirlo, pero, cuando tienen el corazón lleno
de otra cosa y no son lo suficientemente valientes como para vaciarlo, dan
marcha atrás, y aquella alegría se convierte en tristeza". También hoy hay
muchos jóvenes que tienen vocación, pero a veces hay algo "que los
detiene":
"Tenemos que orar para que los corazones de
estos jóvenes puedan vaciarse, vaciarse de otros intereses, otros amores, para
que el corazón se vuelva libre. Y esta es la oración por las vocaciones:
'Señor, envíanos, envíanos monjas, envíanos sacerdotes, defiéndelos de la
idolatría, de la idolatría de la vanidad, de la idolatría de la soberbia, de la
idolatría del poder, de la idolatría del dinero'. Y nuestra oración es para
preparar estos corazones para que puedan seguir de cerca a Jesús".
El hombre de este Evangelio - ha afirmado el Papa -
es "tan bueno y después tan infeliz". Hoy hay tantos jóvenes así. Por
eso se necesita elevar a Dios una oración intensa:
"La
oración es ésta: 'Ayuda, Señor, a estos jóvenes, para que sean libres y no sean
esclavos, para que tengan el corazón sólo para ti', y así la llamada del Señor
puede llegar, puede dar fruto. Y ésta es la oración por las vocaciones. Tenemos
que hacer muchas: orar. Pero, siempre estar atentos: las vocaciones existen.
Debemos ayudar para que crezcan, para que el Señor pueda entrar en estos
corazones y dar este gozo inefable y glorioso que tiene cada persona que sigue
de cerca a Jesús".