"El hombre y la mujer
misericordiosos tienen un corazón grande, grande: perdonan siempre a los demás
y sólo piensan en sus pecados. '¿Has visto qué cosa ha hecho este?' '¡Tengo
suficiente con aquello que he hecho yo y no me inmiscuyo!' Éste es el camino de
la misericordia que debemos pedir. Si todos nosotros, si todos los pueblos, las
personas, las familias, los barrios, tuviésemos esta actitud, ¡cuánta paz
habría en el mundo, cuánta paz en nuestros corazones! Porque la misericordia
nos conduce a la paz. Recuerden siempre: '¿Quién soy yo para juzgar?' Hay que
avergonzarse y agrandar el corazón. Que el Señor nos dé esta gracia".
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