Yo me
pregunto: los cristianos de hoy, que conocemos la fe, el catecismo, que vamos a
Misa todos los domingos, nosotros, cristianos y
pastores, ¿estamos satisfechos con nosotros mismos... porque lo tenemos
todo ordenado y no necesitamos nuevas visitas del Señor?”
El Papa
añadió que Dios siempre llama a la puerta del corazón de cada persona y
concluyó que "Jesús llora” cada vez que un cristiano no le deja entrar.
"¿Y por
qué Jerusalén no había recibido al Señor? Porque estaba tranquila con lo que
tenía, no quería problemas. Pero también – lo dice el Señor en el Evangelio –
‘si hubieras comprendido también tú, en este día, lo que te trae la paz. No has
reconocido el tiempo en el que has sido visitada’. Tenía miedo de ser visitada
por el Señor; tenía miedo de la gratuidad de la visita del Señor. Estaba segura
en las cosas que ella podía administrar. Estamos seguros en las cosas que
nosotros podemos administrar… Pero nosotros no podemos administrar la visita
del Señor, sus sorpresas”.
"Y de
esto tenía miedo Jerusalén: de ser salvada por el camino de las sorpresas del
Señor. Tenía miedo del Señor, de su Esposo, de su Amado. Y así Jesús llora.
Cuando el Señor visita a su pueblo, nos trae la alegría, nos trae la
conversión. Y todos nosotros tenemos miedo no de la alegría, ¡no! – pero sí de
la alegría que trae el Señor, porque no podemos controlarla. Tenemos miedo de
la conversión, porque convertirse significa dejar que el Señor nos conduzca”.
"Yo me
pregunto: hoy nosotros los cristianos, que conocemos la fe, el catecismo, que
vamos a Misa todos los domingos, nosotros los cristianos, nosotros los
pastores, ¿estamos contentos de nosotros? Porque tenemos todo ordenado y no
tenemos necesidad de nuevas visitas del Señor… Y el Señor sigue llamando a la
puerta, de cada uno de nosotros y de su Iglesia, de los pastores de la Iglesia.
Eh sí, la puerta de nuestro corazón, de la Iglesia, de los pastores no se abre:
el Señor llora, también hoy”.
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