Me gustaría que resonasen en sus corazones tres
preguntas: ¿Qué han dejado ustedes en la Cruz, queridos jóvenes…? Y ¿qué ha
dejado la Cruz en cada uno de ustedes? Y, finalmente, ¿qué nos enseña para
nuestra vida esta Cruz?»
Durante el Vía Crucis celebrado en la Playa
de Copacabana, el papa Francisco cuestionó con contundencia a un millón y medio
de jóvenes peregrinos presentes sobre cuál es su actitud al ver a Cristo por
las calles de nuestro mundo encarnado en el sufrimiento de sus hermanos. El
Papa desarrollo toda su alocución con voz serena y pausada, pero hacia el final
alzó la voz de forma enérgica e interpeló con intensidad a los presentes: «Y tú,
¿cómo quién eres? ¿Como Pilato, que al ver un necesitado se hacen los
distraídos y pasan indiferentes como si no pasara nada, o como el Cirineo, como
María? Hermano y hermana, con toda tu fuerza de joven, ¿qué le contestas?».
«Queridos amigos, la Cruz de Cristo nos enseña como el Cirineo, que ayuda a Jesús a llevar aquel madero
pesado, como María y las otras mujeres, que
no tienen miedo de acompañarlo hasta el final», dijo.
El papa Francisco marcó éste día con una serie de gestos y palabras que
confluían todos en la Cruz de Cristo, el sufrimiento y el amor, el cambio de
vida y la entrega a los demás. Comenzó la jornada con un tweet: «Cada viernes nos permite recordad cuanto Jesus sufrió por
nosotros. Haz, Señor, que no nos
olvidemos jamás de cuánto nos amas».
«Nadie puede tocar la Cruz de Jesús sin dejar en ella
algo de sí mismo y sin llevar consigo algo de la cruz de Jesús a la propia vida. Esta tarde, acompañando al Señor, me
gustaría que resonasen en sus corazones tres preguntas: ¿Qué han dejado ustedes
en la Cruz, queridos jóvenes…? Y ¿qué ha dejado la Cruz en cada uno de ustedes?
Y, finalmente, ¿qué nos enseña para nuestra vida esta Cruz?», indagó.
«¿Qué ha dejado la Cruz en los que la han visto, en los que la han tocado? ¿Qué deja en cada uno de nosotros? Miren, deja un bien que nadie
más nos puede dar: la certeza del amor indefectible de Dios por nosotros. Un amor tan grande que entra en nuestro
pecado y lo perdona, entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para
sobrellevarlo, entra también en la muerte para vencerla y salvarnos».
El Obispo de Roma aseguró que los jóvenes nunca están solos en el camino,
que Jesús les acompaña en todos sus sufrimientos, que pasó a enumerar: la violencia ejercida
sobre los inocentes e indefensos que no tienen voz; el dolor las familias que
lloran la muerte de sus hijos; la esclavitud de los que son víctimas de
paraísos artificiales como la droga; los desesperación de los que sufren hambre
«en un mundo que cada día tira toneladas de alimentos».
En la injusticia de los son perseguidos por su
religión, por sus ideas, o el color de su piel; en el vacío de los que han perdido su
confianza en las instituciones políticas porque ven egoísmo y corrupción, o el sufrimiento de los que han perdido su fe en la Iglesia, e
incluso en Dios, por la incoherencia de los cristianos y de los ministros del Evangelio.
Estos dolores cargados por Cristo habían sido escenificados, minutos antes,
durante el Vía Crucis que recorrió con la Cruz Peregrina cargada por jóvenes
casi un kilometro de la orla de la Playa de Copacabana, desde donde se veía
iluminado el monumento de Cristo Redentor.
«En la Cruz de Cristo está el sufrimiento, el pecado
del hombre, también el nuestro, y Él acoge todo con los brazos abiertos, carga sobre su espalda nuestras
cruces y nos dice: ¡Ánimo! No la llevas tú solo. Yo la llevo contigo y yo he
vencido a la muerte y he venido a darte esperanza, a darte vida», concluyó.
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