Tres vocaciones en un hombre: preparar, discernir, dejar
crecer al Señor disminuyéndose a sí mismo. También es hermoso pensar la
vocación cristiana, así. Un cristiano no anuncia a sí mismo, anuncia a otro,
prepara el camino para otro: para el Señor. Un cristiano debe aprender a
discernir, debe saber discernir la verdad de lo que parece verdad y no lo es:
un hombre de discernimiento. Y un cristiano debe ser también un hombre que sabe
cómo abajarse para que el Señor crezca, en el corazón y en el alma de los demás.
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