Andrea, Mauro y Gian Andri son tres de los 23 nuevos guardias suizos que
han pasado a formar parte del diminuto pero disciplinado ejército del Vaticano.
ANDREA FOLETTI
"La primera vez que me planteé ser
guardia suizo fue hace 5 años. Mi padre estaba más contento que yo, mi madre,
en cambio, un poco más reservada. Quería que terminara los estudios”.
MAURO GIOVANOLA
"Para mí es un honor, un
privilegio estar aquí. Somos los únicos en el mundo que podemos estar tan cerca
del Papa”.
Para entrar en este cuerpo militar se debe ser
suizo, católico, menor de 30 años, medir al menos 1,73 metros y haber realizado
primero el servicio militar en su país.
Controlan los accesos al Vaticano y
están siempre presentes en los grandes actos multitudinarios. Hacen poco ruido
pero lo ven todo... y soportan a todos.
GIAN ANDRI ARPAGAUS
"Los argentinos. Digámoslo así.
Los quiero con toda el alma pero gritan muchísimo”.
MAURO GIOVANOLA
"Desde el primer día de servicio
me pusieron de centinela. Son dos horas o en el Portón de Bronce o en el Arco
de las Campanas. Se sufre un poco aunque uno se acostumbra”.
"¿No te vienen calambres?”
"Si. Pero se sufre en silencio y
sin moverse”.
Algunos terminaron la carrera
universitaria y otros todavía deben terminar sus estudios. La mayor parte de
ellos no permanecerán más de dos años en el cuerpo. Los que se quieran quedar
y casarse deberan esperar al menos tres años de servicio,
comprometerse a otros tres, tener más de 25 años, y haber sido nombrado
sargento.
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