El Papa se reunió con algunos de
los sacerdotes que durante el Jubileo viajarán por el mundo para
perdonar los pecados más graves. Son los Misioneros de la
Misericordia.
En primer lugar les recomendó que no
olviden que ellos también son pecadores y que ayuden a las personas que acudan
al confesionario a sentirse acogidas. De hecho, recordó que fue una confesión la que le cambió la vida el 21 de septiembre de
1953. Porque a raíz de ella decidió hacerse sacerdote.
FRANCISCO
"¿Qué me dijo el sacerdote? No me
acuerdo. Sólo recuerdo que me sonrió y después no sé qué sucedió. Es recibir
como padre”.
Les dijo que es importante acoger a
los pecadores no sólo con las palabras sino con los gestos, para ayudarles
también a vencer la vergüenza.
FRANCISCO
"La vergüenza es un sentimiento
íntimo que incide en la vida personal y requiere de parte del confesor una
actitud de respeto y estímulo. Muchas veces la vergüenza te hace mudo”.
Francisco les pidió que la confesión no se convierta en un interrogatorio.
Dijo que no es bueno preguntar sobre detalles innecesarios que pueden humillar
al penitente.
FRANCISCO
"Hace algunos meses hablaba con un
sabio cardenal de la curia romana sobre las preguntas que algunos sacerdotes
hacen en la confesión y él me dijo: Cuando comienza... cuando veo a una persona
que quiere echarlo fuera y me doy cuénta de qué me está hablando le digo: 'Ya
entendí, quédese tranquila y adelante'. Y esto es un padre”.
Francisco les invitó a seguir el
ejemplo de San Leopoldo y San Pío, dos grandes confesores
capuchinos. Les deseó suerte y repartió consejos, especialmente a algunos...
"Y ese que se va al Ártico que se
cubra bien ¿eh?”.
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