sábado, 13 de febrero de 2016

Histórico encuentro del Papa con el Patriarca de Moscú: No somos competidores sino hermanos




Con estos tres besos, como marca la tradición rusa, se saludaron el Patriarca Kiril y el Papa Francisco. Es un abrazo que ha tardado casi mil años en producirse.

"Me alegra mucho verle”.
"Gracias hermano”.

Una vez sentados el Patriarca fue quien inició la conversación con ayuda de los traductores.

"¿Cómo fue su vuelo Santidad?
"Muy bueno, gracias a Dios, muy bueno”.

Pasaron unos minutos charlando delante de los periodistas y las cámaras que pudieron captar sus primeras palabras.


"A pesar de todo, tenemos la oportunidad de conversar de corazón a corazón”.
"Eso es lo que quiero hacer. Somos hermanos, tenemos el mismo bautismo, somos obispos”.

Después mantuvieron su reunión a puerta cerrada. Dos horas más tarde, firmaron esta histórica declaración conjunta.

Y volvieron a demostrar con este abrazo que ambas Iglesias están hoy mucho más cerca de lo que estaban ayer.

"El resultado de la conversación me permite asegurar que actualmente las dos Iglesias pueden cooperar conjuntamente defendiendo a los cristianos en todo el mundo y, con plena responsabilidad, trabajar conjuntamente para que no haya guerra, para que la vida humana se respete en todo el mundo”.

"Hablamos claramente sin medias palabras y yo les confieso que he sentido la consolación del Espíritu en este dialogo”.

El Papa agradeció este encuentro al Patriarca así como a las personas que lo hicieron posible. También a sus anfitriones, el pueblo de Cuba y  Raúl Castro.

"Agradezco su disponibilidad activa, si sigue así Cuba será la capital de la unidad”. 

En su declaración conjunta, ambos Primados reclaman protección para los cristianos perseguidos, especialmente en Siria e Irak; ponen de relieve la importancia de la familia fundada sobre el matrimonio; piden proteger la vida de los no nacidos e incluso hacen un llamamiento a la paz en Ucrania. Además, subrayan, que católicos y ortodoxos no son "competidores sino hermanos”.


Una firma común, de Kiril y de Francisco, con la que han sellado también el final de una enemistad de casi mil años.

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