Con motivo del Jubileo de la
Misericordia algunos monumentos poco conocidos de Roma se abrirán al público de forma
excepcional.
Es el caso del cementerio donde fue enterrado San Pablo tras su
martirio, a unos 7 kilómetros al sur del Vaticano. Esta necrópolis salió a la
luz en las excavaciones que se realizaron entre 1917 y 1918 y es uno de los
mejores testigos que muestran la sociedad romana de los primeros siglos después
de Cristo.
CRISTINA CARTA
Arqueóloga
"Por la tipología de las tumbas
podemos ver que pertenecían a personas de clase media y baja. Cada nicho tenía
un coste y los que se asomaban a la calle eran los más costosos por su
visibilidad. Era una forma de hacer ver la clase social del difunto, su estatus
social”.
De algunas tumbas se conservan
todavía los frescos y gracias a las inscripciones se puede conocer también la
identidad de los difuntos. Los hay jóvenes y ancianos y
también libertos, los famosos esclavos que eran puestos en libertad por sus
dueños. Por la riqueza de sus tumbas se puede deducir que
algunos de ellos consiguieron hacer fortuna.
San Pablo fue enterrado aquí, una
zona situada entre Roma y Ostia, el puerto de la antigua capital del mundo.
CRISTINA CARTA
Arqueóloga
"La sepultura fue aquí, donde ya
existía esta vasta necrópolis. Todas las necrópolis se realizaron fuera de las
murallas de Roma. Así lo indicaba la ley de las 12 tablas del Derecho romano
que prohibía el entierro o incineración dentro de la ciudad”.
Al igual que ocurrió con San Pedro,
el sepulcro de San Pablo se convirtió en un centro de peregrinación. Sobre su
tumba se contruyó una basílica, San Pablo Extramuros, que los papas suelen
visitar cada 25 de enero para clausurar una semana de oración por la unidad de
los cristianos. Fue allí donde Juan XXIII anunció el Concilio
Vaticano II.
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