viernes, 29 de enero de 2016

Francisco: El corazón cristiano no se cierra en su propio egoísmo





En su homilía en Casa Santa Marta, el Papa pidió a los cristianos que den testimonio. Les invitó a no temer ser luz en medio de las tinieblas.

FRANCISCO
"El corazón cristiano es magnánimo. Esta siempre abierto. No es un corazón que se cierra en su propio egoísmo. No es un corazón que se pone límites, que cuenta: hasta aquí, hasta allá. Cuando tú entras en esta luz de Jesús, cuando tú entras en la amistad de Jesús, cuando tú te dejas guiar por el Espíritu Santo, el corazón se vuelve abierto, magnánimo”.

Por último, explicó que en un corazón abierto puede entrar Jesús y así los cristianos pueden convertirse en sus testigos.


RESUMEN DE LA HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO (Fuente: Radio Vaticana)


"El misterio de Dios es luz” – afirmó el Santo Padre – al comentar el Evangelio del día en que Jesús dice que la luz no ha venido "para ser colocada debajo de un cajón o debajo de la cama, sino para ser puesta en un candelabro, para iluminar”:"Y éste es uno de los rasgos del cristiano, que ha recibido la luz en el Bautismo y debe darla. Es decir, el cristiano es un testigo. Testimonio. Una de las peculiaridades de las actitudes cristianas. 


Un cristiano que lleva esta luz, debe hacerla ver porque él es un testigo. Cuando un cristiano prefiere no hacer ver la luz de Dios, sino que prefiere sus propias tinieblas, éstas le entran en su corazón porque tiene miedo de la luz y los ídolos, que son tinieblas, le gustan más. Entonces le falta, le falta algo y no es un verdadero cristiano. El testimonio. Un cristiano es un testigo. De Jesucristo, Luz de Dios. Y debe poner esta luz sobre el candelabro de su vida”.



"El corazón cristiano es magnánimo. Esta siempre abierto. No es un corazón que se cierra en su propio egoísmo. No es un corazón que se pone límites, que cuenta: hasta aquí, hasta allá. Cuando tú entras en esta luz de Jesús, cuando tú entras en la amistad de Jesús, cuando tú te dejas guiar por el Espíritu Santo, el corazón se vuelve abierto, magnánimo. El cristiano, a este punto, no gana: pierde. Pero pierde para ganar otra cosa, y con esta ‘derrota’ de intereses – entre comillas – gana a Jesús, gana convirtiéndose en testigo de Jesús”.

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