viernes, 7 de junio de 2013

En el día del Sagrado Corazón de Jesús, Papa invita a “Dejarse amar con ternura por el Señor”.


Dejarse amar con ternura por el Señor es difícil, pero es lo que debemos pedir a Dios: fue la invitación del Papa Francisco en la Misa del viernes en la Casa de Santa Marta, refiriéndose a la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, que él mismo definió “la fiesta del amor”, de un “corazón que ha amado tanto”. Un amor que, como solía repetir San Ignacio, “se manifiesta más en las obras que en las palabras” y que es sobre todo “más dar que recibir”. “Estos dos criterios – resaltó Francisco – son como las columnas del verdadero amor” y es el Buen Pastor el que en todo representa el amor de Dios. Él conoce sus ovejas una a una, “porque – agregó el Obispo de Roma – el amor no es un amor abstracto o general: es amor hacia cada uno”:
“Un Dios que se hace cercano por amor, camina con su pueblo y este caminar llega a un punto que es inimaginable. Es difícil imaginar que el mismo Señor se hace uno de nosotros y camina con nosotros, se queda con nosotros, se queda con su Iglesia, se queda en la Eucaristía, se queda en su Palabra, se queda en los pobres, se queda con nosotros caminando. Ésta es cercanía: el pastor cercano a su rebaño, cercano a sus ovejas, que conoce una a una”.

 Deteniéndose en un pasaje del Libro del profeta Ezequiel, el Papa resaltó otro aspecto del amor de Dios: la premura por la oveja perdida y por aquella herida y enferma:
 “¡Ternura! El Señor nos ama con ternura. El Señor conoce aquella bella ciencia de las caricias, aquella ternura de Dios. No ama con las palabras. Él se acerca – cercanía – y nos da aquel amor con ternura. ¡Cercanía y ternura! Estas dos formas de amor del Señor que se hace cercano y da todo su amor también en las cosas más pequeñas: con la ternura. Y éste es un amor fuerte, porque cercanía y ternura nos hacen ver la fortaleza del amor de Dios”.


“Pero ¿ustedes aman como yo los he amado?” ésta fue la pregunta que el Papa Francisco planteó a la asamblea, subrayando cómo el amor deba “hacerse cercano al prójimo”, deba ser “como el amor del buen samaritano” y particularmente bajo el signo de la “cercanía y ternura”. Pero ¿cómo restituir todo este amor al Señor? La fórmula que nos dio Francisco fue: “amándolo”, hacerse “cercano a Él”, “tierno con Él”, pero –agregó- esto no es suficiente:
“¡Ésta puede parecer una herejía, pero es la verdad más grande! ¡Más difícil que amar a Dios es dejarse amar por Él! La manera de devolver tanto amor es abrir el corazón y dejarse amar. Dejar que Él se haga cercano a nosotros y sentirlo cercano. Dejar que Él se haga tierno, que nos acaricie. Aquello es tan difícil: dejarme amar por Él. Y esto quizás es lo que debemos pedir hoy en la Misa: ¡‘Señor yo quiero amarte, pero enséñame la difícil ciencia, la difícil costumbre de dejarme amar por Ti, de sentirte cercano y de sentirte tierno!’. ¡Que el Señor nos dé esta gracia!”. (RC-RV)

 

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